Todos hemos experimentado en algún momento el sentimiento de soledad. El ser humano es social por naturaleza, lo cual significa que necesita el contacto y la relación con otras personas.

La soledad se puede interpretar la soledad de dos maneras: estar solo o sentirse solo.

El sentimiento de soledad está relacionado con el aislamiento, la noción de no formar parte de algo, la idea de no estar incluido en ningún proyecto y entender que a nadie le importamos lo suficiente como para pertenecer a su mundo.

Hay tres características que definen la soledad:

No es lo mismo que el aislamiento social, ya que la persona no lo quiere de esa manera, sino que no se siente a gusto con los amigos o compañeros que tiene porque considera que son demasiado superficiales, vacíos o poco dignos de confianza.

 

MIEDO A LA SOLEDAD

Hay varios factores que influyen el en miedo a la soledad:

  1. La influencia social: El miedo al qué dirán.

La intensa influencia que ejercen estos modelos sobre nuestras expectativas, hace que muchas personas una vez llegan a ciertas edades consideren un fracaso no haber alcanzado algunos “hitos”:

 

tener pareja estable, haber formado una familia… o tener un determinado estatus de vida. Se sienten diferentes, inadecuadas, fallidas o tristes, pero sobre todo sienten miedo.

  1. Exceso de responsabilidad, autoexigencia o perfeccionismo: El miedo a fracasar.

Es muy importante manejar estas emociones, identificarlas y regularlas, para lograr que nuestra decisión esté guiada, no por los impulsos, sino por objetivos y aspiraciones.

  1. La dependencia emocional: El miedo al abandono.

Las tendencias o rasgos de personalidad del individuo, unidos a las creencias erróneas o distorsionadas adquiridas a lo largo de la vida, hacen que la persona se llegue a sentir sola, desamparada o abandonada, buscando en la compañía el escape inmediato a esas emociones.

 

CÓMO SUPERAR LA SOLEDAD NO DESEADA

 

La soledad también se puede disfrutar, puesto que nos permite tener más tiempo para nosotros, nos ofrece una oportunidad para redescubrirnos y un espacio para cambiar los objetivos que tenemos en la vida.

  1. Diagnóstico: qué tipo de soledad es la que estamos sufriendo y a qué circunstancias se debe.
  2. Conocernos bien. Dejemos a un lado el miedo a mirar dentro de nosotros, y afrontemos la necesidad de saber cómo somos: nuestras ilusiones y ambiciones, limitaciones y miedos, quién quiero ser, cómo me ven, cómo me veo…
  3. Fuera la timidez. Tomemos la iniciativa para conseguir nuevas relaciones. Establezcamos qué personas nos interesan, y elaboremos una estrategia para contactar con ellas.
  4. No hay nada que perder. El miedo al rechazo es un freno para entablar nuevas amistades o amores. El objetivo es importante, no nos andemos con remilgos.
  5. Sin victimismos. El mundo resulta en ocasiones cruel, vulgar y materialista, de acuerdo. Pero seguro que hay otras personas que pueden estar deseando conocer a alguien como nosotros.
  6. Encerrarnos en nosotros mismos es reconocer la derrota. A la mayorÍa la soledad nos hace daño, y nos sienta mejor tener con quién hablar, intimar y a quién querer.
  7. No somos tan raros como a veces pensamos. No hay más que hablar en profundidad y confianza con cualquier persona para comprobarlo. Podemos «llenar» a más gente de la que creemos y nos pueden resultar atractivas muchas personas que tenemos muy cerca.